miércoles, 11 de mayo de 2011

No hay viaje de vuelta para M.




Aunque no fuese consciente de ello, su viaje empezó una tarde de verano en que ella, con apenas cuatro  años, buscaba en el horizonte la otra orilla. Una orilla físicamente inalcanzable, pero a escasos centímetros de distancia (medidos entre los pequeños deditos pulgar e índice de su mano izquierda) des de la inocente perspectiva de Miranda. Quizás en el otro lado, habría un niño dispuesto a cooperar para construir un castillo y no destruirlo todo como hacía el estúpido de su vecino, puede que incluso en la otra orilla, no fuese necesario esperar para meterse en el agua después de tomarse un helado de vainilla o quizás en la otra orilla, el sol brillara con más intensidad.
Pensareis que no son más que ensoñaciones de una mocosa con demasiada imaginación pero lo cierto es que se trataba de un detalle significativo en lo que sería su vida a partir de entonces. Evidentemente, aún faltaban muchos años para que Miranda alcanzara la otra orilla, pero en el leve ejercicio de imaginación que realizó esa tarde de verano se encontraba condensada buena parte de su destino, porque ya nunca dejaría de buscar la otra orilla preguntándose que había allí, cómo olería su aire o cuánto brillaría allí el sol.


2 comentarios:

  1. Guuuuuuaaaaaauuuuu!!!! lo has escrito tú? es brutaaaaaal!!!!!!!!!!!!!!! me encanta >.<

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  2. Fantàstic! així neix la curiositat, m'agrada molt ^^

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